En nuestra vida virtual siempre llega un momento en que pensamos suicidar al avatar y decirle hasta nunca a este mundo. Lo dice una que eliminó a su querido avatar pelirrojo y a su inventario lleno de preciosos vestidos vintage. Pero sobre todo, se cargó a una interminable lista de "amigos" de los que sólo conservó a dos personas.
¿Cuánta gente lamentó la muerte de aquel avatar? Dos o tres de la lista, pienso. Nanak, Denzel (que hasta le dedicó un emocionado post de despedida) y Peterer. Y creo que tuve suerte. A otros no les despide ni el Tato. De todas formas, a aquel avatar le había llegado su hora, no daba más de sí.
En este mundo virtual muchas veces nos damos de bruces con que, como en la vida real, no todo el mundo es bueno. Que las ilusiones que provocan esos enormes ojos luminosos y esa tez de terciopelo del muñecote que nos mira, no necesariamente serán correspondidas o comprendidas. Que a muchos no les importa lo que provoca la soledad o el aburrimiento que nos acompaña desde el otro lado del teclado.
Por eso exploro. Si alguien me preguntara por qué visito lugares desiertos y en mis fotos raramente aparece otro avatar, le diría que he asumido SL como una experiencia individual, donde prima lo estético y poco más. Y que no se complique la vida, que lo mejor está en el mundo que le rodea, en la gente a la que puede tocar y hablar y no en una lista virtual de gente desmemoriada.